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jueves, 30 de julio de 2015

No más esclavos, sino hermanos.


Es habitual culpar de lo que pasa a otros o a la sociedad como un todo impersonal, en donde la responsabilidad se diluye, pero ante tragedias como las que sufren miles de mujeres y niñas que gritan pidiendo justicia y liberación ante la trata de personas, no podemos quedarnos impasibles ni mirar hacia otro lado. Es una forma más de servidumbre y esclavitud que colisiona con la defensa de los derechos de la persona y la percepción del ser humano como creado a imagen y semejanza de Dios.

El Protocolo de Palermo del año 2000 define la trata de personas como: «la captación, transporte, traslado, acogida o recepción de personas, recurriendo a la amenaza, al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, fraude, engaño, abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad, o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación».

Pero más que definiciones o cifras tenemos que poner rostros a estas vidas marcadas por situaciones injustas e infrahumanas, donde a las personas se les trata, no mercancías objeto del mercado:

  •         La Organización Internacional del Trabajo (OIT), tabula en 1.200.000 las menores, principalmente niñas, que están siendo víctimas de la trata.
  •         Por otro lado, a nivel mundial 2.500.000 de personas son introducidas anualmente en la trata de personas, de las que 500.000 mujeres y niñas su destino de Europa, donde serán explotadas sexualmente.
  •         Save The Children y de la Red Española contra la Trata de Personas, informan que cada año, entre 40.000 y 50.000 mujeres y niñas, la mayoría en edades comprendidas entre 18 y 25 años, procedentes de Marruecos, África subsahariana, países del Este, Brasil y Centroamérica, son víctimas de la trata de seres humanos, engañadas y traídas a España, donde «hay una gran demanda».



Los tratantes de esta nueva forma de esclavitud, buscan a sus víctimas entre las personas más vulnerables y por tanto,  la pobreza es un factor determinante de vulnerabilidad. Esta vulnerabilidad de las personas que sufren la trata, afecta en particular las mujeres, ya que estas sufren un mayor empobrecimiento por las condiciones adversas de acceso al mercado de trabajo, su extensa dedicación a tareas reproductivas y no remuneradas, su déficit de alimentación, educación, atención sanitaria y su menor dotación de activos económicos, sociales y culturales. El deseo de mejorar las precarias situaciones de vida que tienen, empuja a mujeres de países pobres a emigrar para mantener a sus familias, siendo susceptibles de ser captadas por tratantes. Por tanto la “feminización” de las migraciones supone una estrategia de supervivencia para muchas mujeres de países pobres.

La finalidad de explotación es la que ha servido para identificar las manifestaciones de la trata y por tanto a sus víctimas que pasan por la explotación sexual, la explotación laboral y el tráfico de órganos. No podemos olvidar otros sectores, que habitualmente tenemos muy cercano, como el servicio doméstico, agricultura, talleres de confección, mendicidad…

La trata ocasiona un gran sufrimiento físico, mental, emocional y social. El precio que pagan las víctimas es mucho mayor que las deudas económicas que les imponen los tratantes.

La pobreza está abocando a muchas personas a sufrir la trata de seres humanos de múltiples formas, todas ellas implican un trato degradante o inhumano, y con ello, la vulneración de bienes jurídicos personalísimos, como el derecho a la vida, la salud, la libertad y la seguridad, la libertad sexual, la intimidad, etc. Es evidente la necesidad de integrar la perspectiva de los derechos humanos en el enfoque de la lucha contra la trata así como en la articulación de las posibles soluciones. Es evidente que sin un trabajo de cada uno de denuncia contra estas situaciones y de solidaridad con las víctimas, tanto las que lo sufren en nuestros entornos, como en los países de origen, este comercio inhumano continuará.

El papa Francisco está librando una cruzada contra la trata de personas y en su Mensaje de 1 de enero de 2015 decía:

“«Anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad», la Iglesia se esfuerza constantemente en las acciones de carácter caritativo partiendo de la verdad sobre el hombre. Tiene la misión de mostrar a todos el camino de la conversión, que lleve a cambiar el modo de ver al prójimo, a reconocer en el otro, sea quien sea, a un hermano y a una hermana en la humanidad; reconocer su dignidad intrínseca en la verdad y libertad, como nos lo muestra la historia de Josefina Bakhita, la santa proveniente de la región de Darfur, en Sudán, secuestrada cuando tenía nueve años por traficantes de esclavos y vendida a dueños feroces. A través de sucesos dolorosos llegó a ser «hija libre de Dios», mediante la fe vivida en la consagración religiosa y en el servicio a los demás, especialmente a los pequeños y débiles. Esta Santa, que vivió entre los siglos XIX y XX, es hoy un testigo ejemplar de esperanza para las numerosas víctimas de la esclavitud y un apoyo en los esfuerzos de todos aquellos que se dedican a luchar contra esta «llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una herida en la carne de Cristo».

En esta perspectiva, deseo invitar a cada uno, según su puesto y responsabilidades, a realizar gestos de fraternidad con los que se encuentran en un estado de sometimiento. Preguntémonos, tanto comunitaria como personalmente, cómo nos sentimos interpelados cuando encontramos o tratamos en la vida cotidiana con víctimas de la trata de personas, o cuando tenemos que elegir productos que con probabilidad podrían haber sido realizados mediante la explotación de otras personas. Algunos hacen la vista gorda, ya sea por indiferencia, o porque se desentienden de las preocupaciones diarias, o por razones económicas. Otros, sin embargo, optan por hacer algo positivo, participando en asociaciones civiles o haciendo pequeños gestos cotidianos –que son tan valiosos–, como decir una palabra, un saludo, un «buenos días» o una sonrisa, que no nos cuestan nada, pero que pueden dar esperanza, abrir caminos, cambiar la vida de una persona que vive en la invisibilidad, e incluso cambiar nuestras vidas en relación con esta realidad.”


Globalicemos la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia.

miércoles, 4 de junio de 2014

El bien común

El bien común lo define san Juan XXIII en Mater et Magistra como “El conjunto de condiciones sociales que permiten a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección”.

El mismo pontífice, abunda en Pacem in terris diciendo que “la razón de ser de cuantos gobiernan, radica por completo en el bien común,” y todos los ciudadanos participan en el bien común aun cuando sea  “en grados diversos, según las categorías, méritos y condiciones de cada ciudadano”.  No obstante, abunda el Papa diciendo que “razones de justicia y equidad pueden exigir, a veces, que los hombres de gobierno tengan especial cuidado de los ciudadanos más débiles, que pueden hallarse en condiciones de inferioridad, para defender sus propios derechos y asegurar sus legítimos intereses.”

El mundo actual considera el bien común como la suma de los bienes particulares de todos, respondiendo a una concepción liberal de la sociedad, en la que predomina el individuo. Esta concepción va de la mano del actuar de la autoridad política que, de forma paternalista, pretende hacer al ciudadano de la iniciativa pública.

La Iglesia entiende el bien común, más que como un medio de facilitar lo que el individuo requiere, como crear unas determinadas condiciones en las cuales el ser humano, individual o asociadamente, puede desarrollarse por sí mismo. Es importante la mirada a la persona, en su conjunto, en cuanto ser social, y no solo como individuo.

Benedicto XVI en Cáritas in veritate nos dice que “trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como polis, como ciudad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la polis. Esta es la vía institucional –también política, podríamos decir- de la caridad” (CV 7).


Avanza el Obispo de Roma en la definición concretando más, al vincularlo estrechamente con el conjunto de instituciones que estructuran la vida social. Con ello nos da un camino a seguir claro y nítido que debe hacernos conformar nuestro actuar en consonancia con el trabajo social, para hacer brotar la caridad, fruto de la justicia y la solidaridad. 

jueves, 11 de julio de 2013

Redescubrir la "projimidad"


El mundo es el lugar en el que se revela la realidad de Dios, en cualquier momento, en cualquier lugar, solo es preciso que tengamos los ojos abiertos, que seamos capaces de apreciar la belleza, la verdad, la realidad que se nos hace presente de mil maneras y formas.

La vorágine en la que vivimos a veces nos impide apreciar lo pequeño lo cual, pasa desapercibido e ignorado frente a lo llamativo y ostentoso. Tenemos ceguera de lo pequeño, de lo sencillo, pero es ahí, en la fragilidad, en lo que no cuenta es donde más está Dios. Seguimos deseando ser como dioses y por tanto huimos la mirada de los pobres, pues nos muestran un manera de ser de Dios que no nos gusta, que nos descoloca, nos desubica y nos desnuda.

Pero los pobres están ahí, son los vicarios de Cristo, iconos de Dios en los que Él espera la misericordia, ante los que no pide juicios sino solidaridad y caridad.

Ver en el pobre a Cristo, el lugar en el que Dios quiere ser servido nos ha de llevar a actitudes concretas; no es la pobreza un estigma que tienen determinadas personas a las que hemos de dar una bolsa de alimentos, sino el resultado de una serie de situaciones de injusticias que las han abocado a padecer esta realidad. Al igual que para luchar contra los incendios lo prioritario es realizar actuaciones que eviten que se produzcan y en caso de que esto ocurra eliminar los focos y solo después ir contra las llamas, la verdadera lucha contra la pobreza ha de dirigirse en combatir la causas que la producen.

De singular importancia es trabajar la dimensión política de la caridad, trabajar porque existan políticas integradoras y no paliativas, que se actúe con y desde las personas necesitadas como artífices de su propia historia, no siendo cómplices de la injusticia, con el silencio, la prudencia y la pasividad.

La sensibilidad con los más vulnerables ha de ser estilo de los cristianos. Siguiendo el ejemplo de Jesús, es prioritario darse, antes que dar, pues si no ponemos en el encuentro cercanía y  amor, reducimos al hermano a carencias y necesidades.

Hemos de recuperar en el encuentro con el otro, pues la humanización de las relaciones es lo que dignifica el contacto con el otro. Es lo que el Papa Francisco llama la “projimidad”

Lo que transforma la vida de cualquier persona es el amor recibido, la del que lo da y la del que lo recibe, por eso para ser verdaderos testigos de Cristo y transformadores de la sociedad hemos de tener presente los valores del Evangelio, el mandato del “amor fraterno”, el espíritu de comunión, la construcción juntos el Reino y siempre hacerlo “como a ti mismo”.

No podemos vivir la caridad si no vamos antes al Maestro de la Caridad que con su Palabra nos ayuda, dirige, orienta, generando en nosotros las actitudes de un verdadero servicio liberador.

martes, 23 de octubre de 2012

¿Nadie es culpable?

El Instituto Nacional de Estadística acaba de publicar los datos provisionales de la Encuesta de Condiciones de Vida en España 2012, en la que entre otras magnitudes, se refleja la disminución del 1,9% de los ingresos medios anuales de los hogares españoles. Así mismo indica como el 21,1% de la población residente en España está por debajo del umbral de riesgo de pobreza.

Si estas magnitudes, a nivel nacional son preocupantes, cuando conocemos los datos de Andalucía estos pasan a un 31,7% que ya el año anterior sufría nuestra comunidad en cuanto a la población empobrecida.

El valor del umbral de pobreza se obtiene multiplicando 7.354,6 euros por el número de personas que existen en el hogar. Por ejemplo, para un hogar de un adulto el umbral es de 7.354,6 euros, para un hogar de dos adultos es de 11.031,9 euros (ó 5.516,0  euros por persona), para un hogar de dos adultos y un menor de 14 años es de 13.238,3 euros (ó 4.412,8 euros por persona), para un hogar de dos adultos y dos menores de 14 años es de 15.444,7 euros (ó 3.861,2 euros por persona).

Ciertamente  puede realizarse una reflexión fácil de la que se concluya que cuando haya pasado la crisis variará esta situación, pero en el trasfondo de la frialdad de los datos están personas que sufren en desamparo y se están viendo desplazadas de la sociedad, por un modelo que ha primado a los que más tienen.

No es cuestión de crisis, es cuestión de valores, y mientras la persona no está en el centro de nuestros objetivos, esto será un círculo vicioso que periódicamente irá dejando a millones de hombres y mujeres en el camino de la pobreza, en un mundo en el que los bienes, justamente distribuidos y teniendo siempre presente a los más débiles, llegarían a todos.

Otro mundo es posible. Vive sencillamente, para que sencillamente otros pueda vivir.

viernes, 10 de agosto de 2012

Ante el momento actual


Si queremos definir la situación actual, podemos decir que la clave que la define es la situación de incertidumbre, de desconcierto, donde no sabemos dónde estamos y no conocemos mañana qué nos va a pasar. Cualquier noticia o posible solución planteada en el día de hoy, mañana es cambiada por el gurú de turno y la perplejidad es la nota que a todos nos domina.

Ciertamente estamos en una situación imprevisible en su comienzo, imprevisible en su desarrollo e imprevisible en el futuro.

Momento de amplia complejidad, donde las soluciones no son fáciles y donde las ideas claras y sencillas no son siempre la respuesta adecuada, sino que se precisan de soluciones complejas ante la interrelación de tantos y tan variados elementos.

En este mundo, en esta realidad Cáritas no se cansa de proclamar que la pobreza es cada vez más extensa, más intensa y más crónica.

Vivimos en un mundo cada vez más desigual y más dual, es constatable la fractura social que se está gestando. Es un mundo roto, en un mundo fragmentado, que está viviendo como en dolores de parto. Dios cada vez se hace más presente en los latidos de su ausencia.

Raro es el día en que no constatamos una nueva erosión de los derechos sociales y la protección social hacia las personas. Lo que hace pocos años nos parecía evidente y escaso, y hablábamos de incrementarlo y extenderlo a otros colectivos, ahora se nos pone entre comillas.

Y en este contexto, a Cáritas se le ve, no como una institución que realiza una función complementaria y subsidiaria, sino como una de las pocas organizaciones responsable del trabajo con los más débiles. Es preciso tener un cuidado especial con ello, pues los organismos oficiales no pueden hacer dejación de su misión de amparar a los ciudadanos, sobre todo a los más débiles. Como especifica el artículo 12 de los Derechos Humanos, toda persona tiene derecho “a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.”

Si vivimos en un mundo más pobre, tenemos que profundizar en trabajar por un mundo más justo.

El retomar que en el centro de la vida social está la persona, con su plena dignidad como imagen de Dios, es un planteamiento básico, por lo que no hemos de poner límite a lo que es humanizar, a lo que es tener una vida digna. “Ante todo la justicia. Ubi societas, ibi ius: toda sociedad elabora un sistema propio de justicia” Cáritas in veritate 6.

Hemos pasado de la crisis de la coyuntura a la crisis de la estructura. Hemos de pasar de la crisis de la emergencia, a construir un nuevo modelo de vida, a unos nuevos valores a compartir. Tenemos que analizar y constatar qué podemos construir, que debemos construir, cual es nuestro espacio para construir.

Tenemos que empezar a construir camino, sabiendo que no lo podemos todo, que no lo debemos todos y que son muchas las limitaciones en nuestro hacer y en nuestro proceder.

La vida verdadera es inexorablemente invención. Tenemos que inventarnos nuestra propia existencia nuestra acción y a la vez este invento no puede ser caprichoso, sino sabiendo que están en juego nuestros hermanos.

El desánimo y desmoralización se instalan; estamos jugando una batalla donde nos parece que ya la hemos perdido. Necesitamos la esperanza, el tono vital para estar en la lucha. Sin esperanza, hemos perdido la batalla.

Constatamos como va naciendo un sentimiento de prejuicio hacia las personas excluidas y es que la pobreza se puede visibilizar por olvido o por saturación. Esto es tremendamente peligroso ya que desde la misma saturación se está volviendo a la invisibilización.

Una pobreza que se hace más extensa está haciendo invisible a una exclusión más severa, muy profunda, a la exclusión de los últimos de los últimos. No podemos dejar de tener muy presente a los últimos.

Hemos que hablar de personas. Cuando se habla de derechos en vez de los derechos de esta persona en concreto, de asegurados en vez de personas aseguradas, de parados en vez de personas humanas que sufren la injusticia de no contar con un trabajo, de desahucios en vez de familias desahuciadas que dejan de gozar de este derecho, es preciso tener muy presente que son personas, no casos. Tenemos que trabajar por la personalización y la humanización.

“Los últimos serán los primeros, los primeros serán los últimos”, esta frase del Evangelio de Mateo ha de ser la norma que ha de guiar la acción de Cáritas, es la norma que ha de guiar nuestro actuar. Cristo se hace presente en ellos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

¿Qué es ser excluido? “Lo que nadie quiere”.

El Seminario Menor de Sevilla visita el Centro Amigo


 Apenas llevaba un mes siendo voluntaria en Cáritas Diocesana de Sevilla cuando me ofrecieron la oportunidad de ir en nombre de Comunicación a Centro Amigo, con motivo de la visita del Seminario Menor de Sevilla, para sacar fotografías del evento.

En realidad es sorprendente lo rápido que puedes sentirte parte de algo. En Comunicación me acogieron con ganas, y rápidamente empezaron a contar conmigo de verdad. Supongo que sentirse útil para los demás, para Dios, es una sensación irremediablemente hermosa.

Hacía apenas dos días que había acudido a Centro Amigo para conocerlo. Era un centro de acogida para personas sin hogar, inmerso en un proyecto llamado Vínculo en el que se incluyen otros dos centros para atender a otras necesidades. En Centro Amigo se ofrece alojamiento, alimento, educación, formación, etc., no con un carácter asistencial, sino promocional, con el fin de reinsertar en la sociedad, de nuevo, a estas personas. Al conocerlas, empecé a cuestionarme aspectos en los que, posiblemente, no había pensado antes: ¿cuándo una persona deja de ser persona? ¿Cuándo un derecho deja de ser derecho? ¿Desde cuándo la posesión material y económica hace más humana a las personas, y menos a quienes nada de eso tienen? ¿Quién se cree con derecho a juzgar la suerte de estas personas, sin haberse puesto en sus zapatos?



Cuando llegó el Seminario Menor y se unió a la merienda con los acogidos y voluntarios, hubo un momento en el que me di cuenta de que no sabría distinguir a un acogido o acogida de un voluntario o voluntaria. Y eso está bien, porque nadie es mejor o peor, sino diferente. ¡Qué valor tener voluntad para salir de la calle! ¡Pero qué bondad también para quienes de manera altruista colaboran a que esto sea posible!
El Seminario Menor es un grupo de jóvenes con vocación al sacerdocio, y con el apoyo de unos sacerdotes-formadores y un padre espiritual, van descubriendo cuál es la llamada concreta del Señor a seguirle. La primera impresión que tuve fue de sorpresa. Chavales de 13 a 18 años entraban por la puerta del Centro.

Después de la merienda, hubo una charla en la que se les explicó cómo funcionaba Centro Amigo, y se les permitió espacio para hacer preguntas sobre las inquietudes o dudas que pudieran tener. Algunas de las reflexiones que tuvieron lugar en aquel encuentro fueron... ¿Qué es ser excluido? “Lo que nadie quiere”. ¿Nacen las personas excluidas? Algunas sí, y otras no, depende de las condiciones familiares y contextuales de la persona. Si todos somos ciudadanos, todos deberíamos tener derecho a serlo de verdad, sin embargo, esto no es así.
Centro Amigo se encarga también de la educación de estas personas en cuanto a las relaciones sociales: cómo respetar el turno de palabra, cómo pedir una cita, cómo hablar, cómo dormir... Y el colectivo al que atiende es aquel que se encuentra olvidado, “el que nadie quiere”, del que nadie se ocupa; de las personas que llevan más de ocho o diez años en la calle y han perdido todo lazo de unión con la sociedad.

El sacerdote que acompañaba a los jóvenes, dijo que la labor de Cáritas, de Centro Amigo, era diferente a las demás, ya que no “se ayuda” a las personas, sino que “se las ama de corazón y con la fe”.

Después se les enseñó la casa, hasta culminar en la pequeña capilla (una habitación pequeña, con Cristo en la cruz frente a la puerta, con velas en un pequeño altar y sillas alrededor pegadas a la pared). Apenas entrábamos todos. Yo me quedé en la puerta. Fui testigo de lo hermoso que es ver a jóvenes arrodillarse ante la cruz, sintiendo la fe que emana de sus actos. Fue uno de estos chicos quien me ofreció el poema que íbamos a leer antes de la oración conjunta. Profunda, bella, y escrita por las personas en acogida.

Al acabar, llegó el momento de la despedida. Hablé con uno de los chicos del Seminario Menor. Creo que si tuviera que resumir sus palabras a mi pregunta de ¿qué te movió a acercarte al mundo del sacerdocio?, lo haría así “porque siento que es la manera en la que Dios quiere que me dé al mundo”. Hay personas que parecen realmente tocadas por Dios, que ya hablen o callen, trasmiten una sensación de paz, de seguridad, que otras no. Este chico fue quien, tras haber preguntado qué me movía a ser voluntaria, me citó el siguiente fragmento bíblico, llegando a emocionarme:

34 Entonces el rey dirá a los de su derecha: ‘¡Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del reino preparado para vosotros desde el comienzo del mundo! 35 Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis; 36 estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a verme. 37 Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo y te vestimos?, 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? 40 Y el rey les dirá: en verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicisteis.” (Mateo 25, 34-41)

Quizás deberíamos replantearnos la manera en la que tratamos (si es que llegamos a tratarlas) a las personas que no tienen hogar y viven en la calle. Si somos de esos que pasan de largo, como si no fueran nadie; o somos conscientes de que tienen nombre, historia (pasado), y un futuro incierto, como nosotros. Si sabemos que son personas maltratadas por una sociedad que ha olvidado al ser humano, por un mundo que parece haber elevado el capital económico por encima de nuestras cabezas. Si somos conscientes de que no debemos aceptar que siga habiendo personas en la calle, que no podemos asumir esa realidad como algo inmutable. Dios está siempre y en todas partes, llamándonos a  actuar, a darnos al prójimo, “a amar de corazón y con la fe”, porque sólo así se cambia el mundo. Y aunque a veces sintamos que lo que hacemos, no sirve de nada, podemos recordar las palabras de nuestra Madre Teresa de Calcuta: “a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.”
Que Dios os bendiga.
María Beltrán Catalán
Miembro del equipo de Comunicación
Cáritas Diocesana de Sevilla

sábado, 26 de noviembre de 2011

ADVIENTO, TIEMPO DE SER SAMARITANOS


Se abre el Año Litúrgico con las cuatro semanas que comprende el tiempo de Adviento. En este periodo, la espiritualidad cristiana se centra en la renovación de la esperanza en los fieles. Es verdad que el objeto principal de nuestro esperar no son los bienes de esta vida, que “la herrumbre y la polilla corroen y los ladrones desentierran y roban” (Mt 6,19), sino el mismo Jesucristo como garantía para lograr los bienes prometidos.

Pero a la vez, nuestra condición de “espíritu encarnado” requiere satisfacer las necesidades más elementales, de ahí que el Señor Jesús enseñará a sus discípulos a rogar al Padre por “el pan nuestro de cada día”.

Sin embargo, en la actualidad estamos viviendo una crisis globalizada de la “sociedad del bienestar”, que había creado tantas esperanzas humanas en la mayoría de los ciudadanos. ¿Qué es lo que nos ha conducido a este abismo? Han contribuido de manera decisiva el vivir por encima de nuestras posibilidades económicas, la codicia colectiva y la corrupción institucional y personal. Luego vendrán los análisis de los expertos políticos, económicos y financieros, que expondrán concienzudos estudios, que el gran público no entiende, y que los medios de comunicación los despachan en grandes titulares. Lo cierto es que, en estos momentos, el pueblo llano experimenta confusión, incertidumbre y auténtica angustia. Porque ya son muchos los millones de personas que, en un corto espacio de tiempo, se han visto sin trabajo y están viviendo verdaderas tragedias familiares. Esto está originando un clima de agresividad creciente que puede hacer peligrar las bases mismas de las instituciones democráticas.

Ya en 1991, después del fracaso del colectivismo marxista, el beato Juan Pablo II había puesto en guardia contra el peligro de una idolatría del mercado, que ignora la existencia de bienes que, por su naturaleza no son ni pueden ser simples mercancías”. En muchas ocasiones fue tachada la Iglesia Católica de aguafiestas, cuando denunciaba que “la simple Europa de los mercaderes”, que prescindía de sus raíces cristianas, estaba llamada al fracaso ¡Desgraciadamente estamos asistiendo a su cumplimiento!

Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in Veritate, ha mostrado cómo la actual crisis no es solamente de naturaleza económica y financiera sino, ante todo, de tipo moral, además de ideológica. La economía, sea personal o corporativa, tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento.

Y no una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona, que evite tanto el individualismo como el utilitarismo, y la prometeica ideología tecnócrata.

¿Qué puede hacer el cristiano ante esta situación? Si se está en condiciones de aportar iniciativas emprendedoras, hacerlo. Y siempre cumplir estrictamente los deberes ciudadanos, porque éstos se dirigen hacia la solidaridad. Ello no agota el cumplimiento de la esperanza, porque los cristianos están sobre la tierra, pero su ciudadanía es la del cielo (Carta a Diogneto). Además, se someten a las leyes establecidas, pero con su propia vida superan las leyes (Ibid.) porque viven de, por y para la caridad.

La Iglesia, cuidadosa Madre de sus hijos, encauza el caudal samaritano hacia los más necesitados de esta situación como puedan ser: los parados, los sin techos, los desamparados y desesperados…mediante la ayuda personal y de las organizaciones caritativas, que tanto bien están haciendo a la sociedad.

Esta es la respuesta que pide el Adviento, que las exigencias materiales estén presentes también en el ámbito de la esperanza. Ella nos libra del pesimismo inoperante y del desaliento. Incita a la superación, facilita la revisión de nuestro camino personal y comunitario. Estimula a buscar nuevas reglas que eviten los abusos y fomenten la sobriedad. Y por último, dilata el alma en la espera la bienaventuranza eterna. En definitiva, el realismo esperanzador dinamiza las culturas, cambia los corazones y transforma las estructuras.

Carta firmada por:
+ Juan del Rio Martín, Arzobispo Castrense

jueves, 3 de noviembre de 2011

LA CARIDAD ACTIVA ANTE LA CRISIS

Los datos que en estos últimos días ha presentado la Encuesta de Población Activa, en relación al desempleo, son apabullantes. Estamos batiendo records en el número de parado y ante la frialdad de las estadísticas, que en este momento ni siquiera se perciben como frías, sino como hirvientes, está el drama humano de cada una de las personas, de las familias que se encuentran en esta terrible situación.
Cinco millones de parados, o 4.360.926 personas para ser exactos es el resultado del aumento de 144.700 personas en el tercer trimestre del año, lo que ha situado la tasa del desempleo en el 21,52%, porcentaje que en el peor de los casos hace unos años era imposible de imaginar. Solo un tercio de la población española tiene trabajo.
Tenemos 2.117.300 personas que perdieron su empleo hace más de un año, el 42,5%, casi la mitad, del total de los que no tienen trabajo.
Como siempre las mujeres llevan las de perder ya que la tasa de paro femenina es mayor que la masculina, un 22,10% frente al 21,04% de varones.
Cuando nos centramos en nuestra Andalucía, el número de personas paradas ascienden ya 1.232.900 personas, con lo que superamos el 30% del total de nuestra población, pero no solo eso, en este periodo, el 37,3% de los nuevos desempleados son residentes en nuestra Comunidad. Con respecto a los parados de larga duración hemos llegado a la cifra alarmante del 48%, casi la mitad del total de los desempleados 592.200 personas. Con estos número de denota claramente que el paro es una lacra estructural en nuestra sociedad andaluza. Estos números provocan que cerca de 400.000 hogares lo forman familias andaluzas en la que todos sus miembros están sin  empleo.
Al contemplar nuestra diócesis de Sevilla,  tenemos 257.500 personas en paro, el 28% de la población de nuestra provincia, con 87.200 familias en las que ninguno de sus miembros tiene trabajo. En el último mes en Sevilla se han destruido 7.000 empleos.
El panorama es sombrío, fruto de una estructura social que solo tiene presente los beneficios económicos y la persona queda supeditada ser un elemento más en la cadena productiva. Hay que ser consciente de que cada uno de nosotros con nuestra actitud, con nuestras opciones de vida, con nuestros valores, podemos inferir en mantener este forma de gestionar la economía y el mundo o mediante acciones concretas, pequeñas, pero contundentes en nuestro ámbito podemos ir trabajando para que el fondo que ha provocado esta crisis vaya destruyéndose y apareciendo una sociedad más sostenible, más justa, más humana, más cristiana. Si de verdad creemos en el Señor de la Vida hemos de contemplar su manera de actuar, en lo pequeño, en lo que no cuenta a los ojos del hombre, pero que es grandeza a los ojos de Dios.
No podemos perder la esperanza, no es tiempo de perdedores y no en el sentido economicista, sino en el sentido cristiano. En este tiempo de dureza, los cristianos tenemos la gran tarea de llevar los valores del Evangelio, sembrar a tiempo y destiempo ante los que tenemos al lado, con la esperanza que nos da la fe en Cristo, con ayuda de poner todas las capacidades con que el Señor nos ha dotado para echar una mano a los más débiles, con la denuncia profética, en la confianza de que se cumplirá el Libro del Apocalipsis “ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron y no amaron tanto su vida, que temieran la muerte”, el “a Dios rogando, pero con el mazo dando”, pero mejor dicho.

martes, 24 de mayo de 2011

CONCIERTO BENEFICO DE JOSE MANUEL SOTO

Se celebrará en la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla.


El cantante sevillano José Manuel Soto ofrecerá el próximo día 21 de junio un concierto benéfico en conmemoración de sus 25 años de carrera musical.

En el concierto, que se celebrará en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, participará un destacado elenco de artistas, que acompañarán a José Manuel Soto en la celebración, entre ellos artistas de la talla de Estrella Morente, Arcángel, Rosario, Lolita, Pasión Vega, Pastora Soler, o José Mercé

Una parte de los beneficios del concierto se destinarán a Cáritas Diocesana de Sevilla.