domingo, 23 de febrero de 2014

El éxtasis de tus deseos

Cuando aquellos a quienes amamos nos piden algo,
les damos las gracias por pedírnoslo.

Si tú deseases, Señor, pedirnos una única cosa
en toda nuestra vida,
nos dejarías asombrados,
y el haber cumplido una sola vez tu voluntad
sería el gran acontecimiento de nuestro destino.

Pero como cada día, cada hora, cada minuto,
pones en nuestras manos tal honor,
lo encontramos tan natural que estamos hastiados,
que estamos cansados...

Y sin embargo,
si entendiésemos hasta qué punto es tu misterio impensable,
nos quedaríamos estupefactos
al poder conocer esas chispas de tu voluntad
que son nuestros minúsculos deberes.

Nos deslumbraría el conocer,
en esta inmensa tiniebla que nos cubre,
las innumerables,
las precisas
las personales,
luces de tus deseos.

El día que lo entendiésemos, iríamos por la vida
como una especie de profetas,
como videntes de tus pequeñas providencias,
como agentes de tus intervenciones.

Nada sería mediocre,
pues todo sería deseado por ti.

Nada sería demasiado agobiante,
pues todo tendría su raíz en ti.

Nada sería triste,
pues todo sería querido por ti.

Nada sería tedioso,
pues todo sería amor por ti.

Todos estamos predestinados al éxtasis,
todos llamados a salir de nuestras pobres maquinaciones
para resurgir hora tras hora en tu plan.

Nunca somos pobres rechazados,
sino bienaventurados llamados,
llamados a saber lo que te gusta hacer,
llamados a saber lo que esperas en cada instante de nosotros:
personas que necesitas un poco,
personas cuyos gestos echarías de menos
si nos negásemos a hacerlos.

El pantalón para zurcir,
el email que hay que escribir,
el niño que es preciso levantar,
la pareja a la que hay que alegrar,
la puerta que hay que abrir,
la llamada a la que hay que responder,
el dolor de cabeza que hay que soportar...:
otros tantos trampolines para el éxtasis,
otros tantos puentes para pasar
desde nuestra pobre y mala voluntad
a la serena rivera de tu deseo.