sábado, 17 de septiembre de 2011

MOVIDOS POR EL AMOR DE CRISTO

Estoy en medio de vosotros como el que sirve (Lc 22,27). Estas palabras del Señor Jesús son las que centran la vocación y la misión de los voluntarios de cáritas.

La Palabra de Dios nos encarga el cuidado de los huérfanos, las viudas, los pobres y extranjeros, pues no podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos si no amamos al prójimo a quien vemos.

La parroquia, la comunidad cristiana es una comunidad de servidores a ejemplo  de Cristo que vino no para ser servido sino para servir (Mt. 20,28). Somos comunidad de servidores: amando al prójimo, sirviendo a los  demás, defendiendo sus derechos, especialmente de los más pobres  y necesitados, defendiendo las injusticias, siendo solidarios con todos los pueblos, con todas las  personas.

El Arzobispo de Sevilla y su Obispo Auxiliar a comienzos de este curso pastoral ha situado la caridad como una de las prioridades pastorales. Nos dice: invitamos a todos a mantener y acrecentar el trabajo en favor de los necesitados, con renovado tesón en las tristísimas circunstancias que estamos viviendo, pues como nos enseña el Papa Benedicto XVI en la encíclica Caritas in Veritate, la caridad “da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macrorelaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas”

El obispo es el responsable de la acción caritativa de la Iglesia que preside, responsabilidad que en cada parroquia tiene el sacerdote, hombre de la caridad. Todos los cristianos hemos de ser servidores en las distintas acciones de nuestra vida. Ello no quita para que algunos de nuestros hermanos y hermanas se sientan llamados especialmente a servir, en nombre de todos nosotros, a las personas pobres que acuden pidiendo ayuda a nuestra comunidad. Son los voluntarios de cáritas.

No son como un apéndice de nuestra parroquia, son nuestra parroquia sirviendo a los pobres, por medio de ellos. Y no solo eso, han de ser personas que nos trasmitan las necesidades y dificultades que sufren nuestros hermanos los pobres, que vienen a nuestra comunidad pidiendo nuestra ayuda, sensibilizándonos de la realidad de la pobreza que sufren tantas personas.

La Iglesia es rica y generosa en voluntariado, cosa que podemos afirmar mirando la presencia de los cristianos allí donde hay pobres, enfermos, personas abandonadas y seres humanos excluidos.

No dice el Papa Benedicto XVI en la encíclica “Deus caritas est” que las personas colaboradoras de la Iglesia en el servicio de la caridad “han de ser personas movidas ante todo por el amor de Cristo, personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo. El criterio inspirador de su actuación debería ser lo que se dice en la segunda carta a los Corintios: «Nos apremia el amor de Cristo».

La vida espiritual para el voluntario de cáritas es fundamental. El voluntario tiene que ser persona que encuentre en la Eucaristía su fuerza y alimento. En ella ha de hacer presente que amor a Dios y amor al prójimo son inseparables  y que «cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios». A ella ha de llevar todo el dolor que encuentra en los demás y ponerlo en las manos del Padre de Misericordia.

Celebrar la Eucaristía y estar al servicio de los otros, en especial de los pobres, son dos formas inseparables de recordar a Jesús.

Ser voluntario es ser un miembro activo y unido a la Iglesia, a la parroquia concreta, en cuyo nombre realiza su misión y a la cual lleva las penas y alegrías de su servicio. La Iglesia es en sí misma como un cuerpo hecho de miembros que ponen cada uno lo mejor de sí mismo al servicio de los otros: unos su capacidad de enseñar, otros su don de profetizar, otros su don de curar, otros su oración desde el lecho del dolor, otros su don de servir a los más pobres y repartir el pan, todos su capacidad de amar.

Los voluntarios son ungidos por el Espíritu para ser Buena Noticia para los pobres. Por ello han de sentirse llamados y enviados por el Señor en el seno de la comunidad cristiana para ser manifestación y testimonio del amor de Dios. Sentir que el servicio, como vocación divina, como un verdadero ministerio de la caridad tan digno y necesario en la Iglesia y en el mundo como cualquier otro. Pero siempre sin olvidar que este servicio, aunque les compete de manera individual, es también tarea que compete a toda la comunidad eclesial. Por ello han de vivirlo como una verdadera vocación, pero muy en comunión con la vida y misión de vuestra comunidad cristiana.

El servicio a la caridad es mirar a los pobres con los ojos de Dios y amarlos con el corazón de Dios. Los voluntarios han de cuidar no caer en la tentación de vivir el servicio caritativo y social sin la experiencia de Dios en la Eucaristía y en los hermanos.





Trabajamos por la justicia y hay que dar a cada uno lo suyo, lo que le pertenece, lo que le corresponde en justicia. Pero la caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo mío al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo dar al otro de lo mío, sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos.

Es necesario recuperar la centralidad y el protagonismo de la persona y promover su desarrollo integral. El auténtico desarrollo humano afecta a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones, material y espiritual, individual y comunitaria, natural y sobrenatural. Este servicio a la persona es fundamental en una cultura que limita el horizonte del desarrollo al ámbito material o que reduce el alma humana a lo psíquico y emocional. 

Los voluntarios de cáritas son testigos para el mundo de que es posible y hace feliz, la experiencia de la gratuidad, la experiencia de dar gratis lo que gratis hemos recibido del Señor, y de trascender la justicia con la gratuidad y la misericordia.

Pidamos al Señor que surjan vocaciones al servicio de los pobres en nuestra comunidad y que a todos nos conceda tener un corazón de voluntarios, de servidores de la comunidad, de la Iglesia y en la Iglesia, tal como nos lo enseñó el Señor que no vino a ser servido, sino a servir.

Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas que aquello que no nos atrevemos a pedir.


Amén.

Oración del voluntario cristiano de Cáritas