Si queremos definir la situación actual,
podemos decir que la clave que la define es la situación de incertidumbre, de
desconcierto, donde no sabemos dónde estamos y no conocemos mañana qué nos va a
pasar. Cualquier noticia o posible solución planteada en el día de hoy, mañana
es cambiada por el gurú de turno y la perplejidad es la nota que a todos nos
domina.
Ciertamente estamos en una situación
imprevisible en su comienzo, imprevisible en su desarrollo e imprevisible en el
futuro.
Momento de amplia complejidad, donde las
soluciones no son fáciles y donde las ideas claras y sencillas no son siempre
la respuesta adecuada, sino que se precisan de soluciones complejas ante la
interrelación de tantos y tan variados elementos.
En este mundo, en esta realidad Cáritas no se
cansa de proclamar que la pobreza es cada vez más extensa, más intensa y más
crónica.
Vivimos en un mundo cada vez más desigual y
más dual, es constatable la fractura social que se está gestando. Es un mundo
roto, en un mundo fragmentado, que está viviendo como en dolores de parto. Dios
cada vez se hace más presente en los latidos de su ausencia.
Raro es el día en que no constatamos una
nueva erosión de los derechos sociales y la protección social hacia las
personas. Lo que hace pocos años nos parecía evidente y escaso, y hablábamos de
incrementarlo y extenderlo a otros colectivos, ahora se nos pone entre comillas.
Y en este contexto, a Cáritas se le ve, no
como una institución que realiza una función complementaria y subsidiaria, sino
como una de las pocas organizaciones responsable del trabajo con los más
débiles. Es preciso tener un cuidado especial con ello, pues los organismos
oficiales no pueden hacer dejación de su misión de amparar a los ciudadanos,
sobre todo a los más débiles. Como especifica el artículo 12 de los Derechos
Humanos, toda persona tiene derecho “a la satisfacción de los derechos
económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre
desarrollo de su personalidad.”
Si vivimos en un mundo más pobre, tenemos que
profundizar en trabajar por un mundo más justo.
El retomar que en el centro de la vida social
está la persona, con su plena dignidad como imagen de Dios, es un planteamiento
básico, por lo que no hemos de poner límite a lo que es humanizar, a lo que es
tener una vida digna. “Ante todo la justicia. Ubi societas, ibi ius: toda
sociedad elabora un sistema propio de justicia” Cáritas in veritate 6.
Hemos pasado de la crisis de la coyuntura a
la crisis de la estructura. Hemos de pasar de la crisis de la emergencia, a construir
un nuevo modelo de vida, a unos nuevos valores a compartir. Tenemos que analizar
y constatar qué podemos construir, que debemos construir, cual es nuestro
espacio para construir.
Tenemos que empezar a construir camino,
sabiendo que no lo podemos todo, que no lo debemos todos y que son muchas las limitaciones
en nuestro hacer y en nuestro proceder.
La vida verdadera es inexorablemente invención. Tenemos que
inventarnos nuestra propia existencia nuestra acción y a la vez este invento no
puede ser caprichoso, sino sabiendo que están en juego nuestros hermanos.
El desánimo y desmoralización se instalan;
estamos jugando una batalla donde nos parece que ya la hemos perdido. Necesitamos
la esperanza, el tono vital para estar en la lucha. Sin esperanza, hemos
perdido la batalla.
Constatamos como va naciendo un sentimiento
de prejuicio hacia las personas excluidas y es que la pobreza se puede
visibilizar por olvido o por saturación. Esto es tremendamente peligroso ya que
desde la misma saturación se está volviendo a la invisibilización.
Una pobreza que se hace más extensa está
haciendo invisible a una exclusión más severa, muy profunda, a la exclusión de
los últimos de los últimos. No podemos dejar de tener muy presente a los
últimos.
Hemos que hablar de personas. Cuando se habla
de derechos en vez de los derechos de esta persona en concreto, de asegurados en
vez de personas aseguradas, de parados en vez de personas humanas que sufren la
injusticia de no contar con un trabajo, de desahucios en vez de familias desahuciadas
que dejan de gozar de este derecho, es preciso tener muy presente que son
personas, no casos. Tenemos que trabajar por la personalización y la humanización.
“Los últimos serán los primeros, los primeros
serán los últimos”, esta frase del Evangelio de Mateo ha de ser la norma que ha
de guiar la acción de Cáritas, es la norma que ha de guiar nuestro actuar.
Cristo se hace presente en ellos.