Hace unos años se publicó
un libro que se titulaba “Pasión de Cristo, pasión del mundo” nombre
sobradamente significativo, que se viene a la memoria ante los duros datos que
ofrece el Informe Foessa, publicado en esta semana de pasión.
Resumiéndolo de manera
somera podríamos decir que se intensifican los procesos de empobrecimiento y es
que las cifras son estremecedoras. Y si los datos son preocupantes a nivel
nacional, cuando analizamos la que tenemos más cercana vemos que en Sevilla la
tasa de paro pasó del 12´96% en 2007 (110.000 personas) al 32,56% (302.500
personas) en 2012, que son nuestros vecinos los más de 90.000 hogares donde
todos sus componentes están parados, sin hablar de que más de la mitad de los
jóvenes que buscan trabajo están en paro y los terribles dramas que están
viviendo tantas personas que ven como pasa el tiempo, se le acaban todo tipo de
ayudas y entran en un mundo de desesperanza.
Amplia brecha que se ha abierto entre
las personas empobrecidas y el resto de la sociedad que tiene más posibilidad
de acceso a bienes y servicios; amplia brecha que sigue ensanchándose de manera
alarmante.
El paro estructural y una realidad
social en España donde los mecanismos de aseguramiento de la sociedad se han
debilitado y políticas de austeridad han generado una mayor vulnerabilidad de
la sociedad española, se están cebando con los más débiles.
Como también expresa claramente el
informe, no podemos tampoco olvidar a aquellas personas que en distintas partes
del mundo viven en crisis como forma habitual de su existir. Mal católicos (universales)
seríamos si cayésemos en la ladina tentación de atender a los más cercanos y
olvidar al resto.
Cristo sigue presente en
su pasión en tantas personas que sufren. No son números, son personas que
tienen su particular calvario en su vida diaria.
Con fe sabemos que el
Señor sufrió su pasión y muerte por todos y cada uno de nosotros y que día a
día hace presente su entrega salvadora en nuestras vidas, y de manera real y
actual en la Eucaristía. El amor al que se entregó por nosotros, nos ha de llevar
a trabajar constantemente por sembrar esperanza, a destruir estructuras de
injusticia, a defender a los más pobres, a los que no cuentan para la sociedad,
porque desde Jesús otro mundo es posible.
Que la fuerza de la caridad
de Cristo y la de cada uno de nosotros unida a la de Él, haga brotar la fuerza
de la Resurrección a la que Dios nos tiene convocados a todos.