lunes, 25 de julio de 2011

VOLUNTARIOS DE CÁRITAS, VOCACIÓN DE VIDA CRISTIANA 1


“Estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). Estas palabras del Señor Jesús centran la vocación del voluntario cristiano de Cáritas.

El voluntario de Cáritas encuentra en la Eucaristía Eucaristía la fuente y el alma de su ser voluntario.

Celebrar la Eucaristía y estar al servicio de los otros, en especial de los pobres, son dos formas inseparables de recordar a Jesús. Así lo expresa Pablo en el primer relato que tenemos de la Eucaristía al corregir a sus cristianos diciéndoles: «cuando os reunís en comunidad, eso no es comer la Cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho».
La autenticidad de la Eucaristía se refleja en gran parte en «un compromiso activo en la edificación de una sociedad más equitativa y fraterna», de modo que celebrar la Eucaristía es también hacer memoria de los pobres y de las pobrezas de la sociedad.
La Eucaristía es el alimento y fuerza del voluntario cristiano, desde ella debe:
  1. Vivir el voluntariado como una verdadera vocación y misión.
  2. Alimentar en Cristo su espiritualidad.
  3. Trabajar por la justicia y trascendedla con la gratuidad.
  4. Promover siempre el desarrollo integral.
  5. Colaborar en la reconstrucción de la verdad, de la justicia y el amor.
  6. Descubrir el valor de una vida hecha servicio.
Oración del voluntario cristiano:
 
Quiero ser, Padre, tus manos, tus ojos, tu corazón.
Mirar al otro como Tú le miras:
con una mirada rebosante de amor y de ternura.
Mirarme a mi, también, desde esa plenitud
con que Tú me amas, me llamas y me envías.
Lo quiero hacer desde la experiencia del don recibido
y con la gratuidad de la donación sencilla y cotidiana
al servicio de todos, en especial de los más pobres.
Envíame, Señor,
y dame constancia, apertura y cercanía.
Enséñame a caminar en los pies del que acompaño y me acompaña.
Ayúdame a multiplicar el pan y curar las heridas,
a no dejar de sonreír y de compartir la esperanza.
Quiero servir configurado contigo en tu diaconía.
Gracias por las huellas de ternura y compasión
que has dejado en mi vida.
En tu Palabra encuentro la Luz que me ilumina.
En la Oración, el Agua que me fecunda y purifica.
En la Eucaristía el Pan que fortalece mi entrega y me da Vida.
Y en mi debilidad, Señor, encuentro tu fortaleza cada día.
Amén.

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